Los Trastornos de la Conducta Alimentaria No Especificados (TCANE) son habitualmente cuadros incompletos de anorexia nerviosa o bulimia nerviosa, tanto porque se encuentran en su inicio o porque están en proceso de recuperación. Por lo tanto, encontramos síntomas similares a la anorexia nerviosa o bulimia nerviosa, pero sin llegar a configurar un cuadro completo, no por ello menos grave. En los TCANE también se incluyen problemas como la utilización habitual de conductas compensatorias inapropiadas (después de ingerir cantidades normales de alimento) y episodios de ingesta compulsiva de manera recurrente, pero sin conductas compensatorias.
Entre un 3 y un 5% de la población sufre un TCANE.
Entre los TCANE más relevantes encontramos la Vigorexia y la Ortorexia.
En 1993, el psiquiatra estadounidense Harrison G. Pope acuñó el término vigorexia, conocido como una obsesión por tener un cuerpo musculoso. La sociedad está cambiando muy deprisa y con ello los problemas de la población. Algunos de estos cambios desfavorables implican la aparición de nuevos trastornos, como la vigorexia y la ortorexia (preocupación excesiva por ingerir sólo alimentos «sanos»).
La vigorexia es un trastorno mental no estrictamente alimentario, que se conoce también como complejo de Adonis. Se calcula que en España puede haber unos 700.000 afectados, sin embargo, todavía no se ha etiquetado como enfermedad. Las personas que sufren vigorexia tienen una obsesión tan grande por verse musculosas que se miran todo el rato en el espejo y nunca están satisfechas. Este sobredimensionado culto al cuerpo se manifiesta por una práctica excesiva del deporte, provocada por una obsesiva preocupación por el aspecto físico, y tiene como meta principal la obtención de una mayor masa muscular. Así, además del ejercicio, también modifican su alimentación, supeditándola a la consecución de sus objetivos. Todo ello les lleva a suprimir las grasas de la alimentación y a consumir proteínas e hidratos de carbono en exceso, con consecuencias negativas para la salud.
La vigorexia afecta sobre todo los hombres, aunque también puede darse en mujeres. La práctica de deporte moderado resulta muy saludable para el organismo. Sin embargo, los afectados por la vigorexia muestran una preocupación excesiva por el aspecto físico que conlleva que la musculación a través de una actividad física pase de ser un objetivo saludable a un desorden emocional elevado a la categoría de obsesión. Esta ansia por adquirir a toda costa una apariencia atlética puede llevar al consumo de sustancias perjudiciales para el organismo. Las consecuencias de este t rastorno tienen reflejo en la salud y en la conducta social de los que lo sufren.
Podría decirse que quien sufre de vigorexia es una persona insatisfecha con su propio cuerpo que se ve demasiado delgada y busca con el ejercicio adquirir el volumen deseado. Además de la práctica desmesurada de ejercicio, esta alteración da lugar (por una serie de reacciones que se dan en nuestro organismo en el que están involucradas hormonas y neurotransmisores) a un proceso de dependencia de la realización de ejercicio físico.
La Ortorexia es una enfermedad relacionada con los trastornos del comportamiento alimentario. La diferencia de la ortorexia con los otros trastornos alimentarios está en que, mientras en la anorexia y la bulimia el problema gira en torno a la cantidad de comida, en la ortorexia gira en torno a la calidad.
Se entiende por ortorexia la obsesión patológica por la comida biológicamente pura. Las víctimas de esta enfermedad sufren una preocupación excesiva por la comida sana, convirtiéndose en el principal objetivo de su vida. Podríamos decir que es un comportamiento obsesivo-compulsivo caracterizado por la preocupación de qué comer y la transferencia de los principales valores de la vida hacia el acto de comer, el cual hace que los afectados tengan "un menú en lugar de una vida».
Para que podamos realizar un diagnóstico de Ortorexia deben darse los siguientes criterios:
Estos son algunos de los criterios para diagnosticar al paciente que padece de ortorexia. Los síntomas de la enfermedad van desde la depresión, ansiedad, hipocondrías, hipervitaminosis o en su defecto hipovitaminosis y en fases avanzadas trastornos obsesivos compulsivos respecto la alimentación.
Consecuencias: Esta patología puede tener graves efectos sobre la salud. Por ejemplo, la supresión de grasas puede comprometer la ingesta de vitaminas liposolubles y ácidos grasos, ambos imprescindibles para el organismo. Sin carne, los niveles de hierro se desploman y, aunque los vegetales también aportan proteínas, son de calidad inferior.
También puede conllevar carencias nutricionales si el ortoréxico no sustituye los alimentos que rechaza por otros que puedan aportarle los mismos complementos nutricionales. Esto se traduce en anemia, falta de vitaminas o de oligoelementos, y/o falta de energía.
Además, no sólo constituye un mal a nivel físico. A nivel psicológico también produce un trastorno que en la mayoría de los casos debe ser tratado por un especialista.
Tratamiento: Al igual que la anorexia, la bulimia y todos los trastornos alimentarios, es más costosa la recuperación psicológica que la física, ya que se deben eliminar todas las conductas que el ortoréxico ha ido adoptando a lo largo de un periodo de tiempo bastante extenso.