Los índices de obesidad y sobrepeso nos sitúan, según la OMS, ante una grave “epidemia”. Datos del Ministerio Español de Sanidad y Consumo indican que estos problemas alcanzan ya a un 53% de población española. La SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad) alerta que el 14.5% de españoles son obesos y el 39% presentan sobrepeso. La obesidad infantil afecta a un 17% de niños y a un 12% niñas menores de 14 años.
Actualmente se conocen y se transmiten el gran número de complicaciones físicas y problemas de salud asociados a la obesidad, y estas consecuencias físicas son el principal motivo por el que niños, adolescentes y adultos obesos buscan tratamiento. Sin embargo, deben considerarse las consecuencias psicológicas y sociales que sufren o pueden llegar a sufrir las personas obesas o con sobrepeso. Estas repercusiones psicosociales son en parte producto de la difusión del ideal estético de delgadez que impera en las sociedades occidentales, al que se le otorgan todo tipo de atributos positivos.
La difusión de este ideal estético, asociado a belleza y éxito, favorece la aparición de actitudes y comportamientos “anti-obesidad” que incrementan las posibilidades de discriminación y marginación de las personas con sobrepeso u obesidad, aumentando el riesgo de sufrir problemas psicológicos y sociales.
De todos los problemas psicológicos que pueden aparecer, la insatisfacción corporal (el malestar con el propio físico) es el mencionado con más frecuencia por las personas obesas o con sobrepeso. Una imagen corporal negativa puede desencadenar problemas psicológicos como depresión, baja autoestima, ansiedad social o dificultades en las relaciones interpersonales. Todas ellas son características asociadas a la presencia de conductas alimentarias de riesgo e incluso a la aparición de un trastorno de la conducta alimentaria.
La obesidad del 20-30% de las personas que la padecen es consecuencia de un Trastorno por Atracones. En estos casos la obesidad no es producto de alteraciones nutricionales o genéticas sino que debe ser considerada desde un punto de vista psicológico. El malestar principal es el sentimiento de falta de control y por consiguiente, la realización de atracones precipita el aumento de peso y la obesidad.
Teniendo en cuenta el número de casos de obesidad que son consecuencia de un trastorno de la conducta alimentaria, los tratamientos destinados a este tipo de pacientes deben tener en cuenta las manifestaciones psicológicas subyacentes al aumento de peso.
Además de las consecuencias físicas y psicológicas que conlleva la obesidad, se ha constatado que los niños y las niñas obesas o con sobrepeso tienen más probabilidad de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria en la adolescencia.