En todas las dietas hay cosas buenas, el problema es cuando trascienden el simple acto de ingerir comida y acontecen dogma (article de LA VANGUARDIA, el 15 d'octubre de 2015)
Abel Mariné, catedrático emérito de nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona, dijo en una ocasión sobre las dietas milagros que se podía afirmar que “tienen cosas buenas y originales, pero que las buenas no son originales y las originales no son buenas”.
Según el dietista-nutricionista Juan Revenga, que comparte al cien por ciento la afirmación de Mariné, todo este tipo de dietas se basa en un principio económico básico: la ley de la oferta y la demanda. “Tienen mercado porque existe una demanda insana que quiere una solución rápida y milagrosa en una cuestión que es muy difícil: adelgazarse”, dice. Revenga añade que todas estas dietas persiguen adelgazarse de forma rápida, cuando el simple hecho de adelgazarse despacio ya es “tremendamente difícil”.
A menudo, como sociedad, compramos soluciones globales que después pretendemos aplicarnos de forma individual, cuando tenemos problemas y circunstancias muy diferentes.
Para Revenga, “si una dieta o un producto para adelgazarse parece tan bonito como para ser mentida, probablemente es que sea mentira”. Por eso, piensa que es ridículo poner nombre a cada propuesta, porque la mayoría tienen “todas las banderas rojas que las autoridades sanitarias advierten sobre las dietas milagro”. De todas maneras, proliferan y se suceden las unas a las otras.
Por ejemplo, la dieta vegana, que es la que prescinde de todo alimento de origen animal. Según los expertos, se pueden planificar dietas veganas perfectamente compatibles con la salud. De hecho, las personas que las siguen suelen tener mejores indicadores de salud que muchas de omnívoras. Según Revenda, “el verdadero problema es cuando se llevan al extremo o trascienden el mero hecho alimentario y se mezclan otras cuestiones, que sí que están reñidas con la salud, como por ejemplo que entre los veganos haya un número importante de seguidores de los llamados tratamientos alternativos”.
En 2008, después de ver en televisión un documental sobre mataderos, un matrimonio francés decidió adoptar el veganismo. Tenían una hija de 11 meses que sólo alimentaban con leche materna, una leche que, debido a la estricta dieta de la madre, tenía grandes carencias de vitamina B12 entre otros, y que acabó causando una grave malnutrición a la niña, que murió. Este es un caso claro de extremismo dietético y casi no tiene que ver con el patrón de la mayoría de los veganos, la dieta de los cuales, como no se cansan de repetir los expertos, no comporta ningún riesgo para la salud si se hace correctamente.
Una de las últimas dietas milagro que han aparecido ha sido la conocida como paleolítica, aquella que sigue un patrón de alimentación basado en los alimentos presentes en aquella época prehistórica. El problema es que, precisamente, el paleolítico, que se inició hace 2,8 millones de años, acabó hace sólo 12.000, que es cuando aparece en la Tierra el Homo sapiens, la única especie del género Homo que perdura. Por lo tanto, opina Revenga, no existe un único patrón de alimentación humana paleolítica. Ahora bien, “es evidente que es mejor comer muchos de los alimentos que propone esta dieta que comer pastelitos industriales”, afirma.
Después de periodos vacacionales o después de Navidad, cuando todos comen en exceso, es el terreno propicio para que aparezcan las llamadas dietas detox. Este tipo de dietas cometen, según Revenga, dos errores. Por un lado, se focalizan en un único alimento y se olvidan otros, y, segundo, a menudo se basan en el ayuno, que, según Revenda, “no sirve para nada”. Además, ni siquiera no es una dieta nueva. Ya a los ochenta, con el movimiento new age, hubo una paranoia detox”, dice Juan Revenga, que tal como vino, se fue. “Y lo mismo pasará con la paleodieta y con la que venga después. ¿O quizás alguien recuerda ahora la dieta Dunkan?, se pregunta.
L'article és escrit per A. Molins, al diari LA VANGUARDIA, el 15 d'octubre de 2015